«Ignorar que la familia siempre y en toda circunstancia precisa tiempo»

¿Qué es el tiempo? «Si absolutamente nadie me lo pregunta, lo sé; mas si deseo explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé»: ya San Agustín comprobaba esta perplejidad tan humana en torno al mismo tiempo. En la infancia y en la juventud, es tal vez el enorme desconocido: pareciese rebosante, prácticamente eterno («¡cuando sea mayor!», afirma el niño; «cuando llegue el futuro…», afirma el joven), apenas se le dedica un pensamiento. Puede haber alguna añoranza del pasado, cierto deseo del futuro, sí, mas en las primeras etapas de la vida vivimos prácticamente enteramente instalados en un tiempo que semeja no tener fin.

La madurez lleva consigo un aceleramiento del tiempo: se dice que volara. Transcurre nuestra vida con pies más ligeros cada vez, no hay tiempo para atender tantas peticiones. Siempre y en toda circunstancia ha sido así: «El tiempo tiene sus caprichos: avejenta al fraile Virila, no avejenta a la joven de la manzana, mas ninguno de los dos le ha sentido pasar. ¡Si va a ser suave, muy, muy dulce, el pasar del tiempo…!», escribe Carmen Conde.

¿Quién va llevándose el tiempo de nuestra vida, el tiempo del que estamos hechos? No «disponemos» del tiempo, pues todos tenemos exactamente el mismo (el día de hoy, que no sabemos si culminaremos), mas es lo único que tenemos para entregar: aquello donde ponemos nuestro tiempo, es donde estamos entregando la vida, que se nos va en todos y cada minuto.

El interrogante definitiva de la vida es: «¿a qué dedicaré el tiempo que me sea concedido?». ¿Oculta la realidad una llamada? ¿Pide de nosotros una contestación que dar con la vida, con el tiempo del que está hecho la vida? ¿O es la realidad una construcción que hacemos -de nuevo, con el tiempo del que disponemos, jamás conocido-?

Y de qué manera ignorar que la familia, siempre y en toda circunstancia, precisa tiempo. Merece tiempo. Los hijos pequeños, los progenitores mayores, demandan todo el tiempo libre. Mas, sin ser tan atractivo, sucede a cualquier edad: las personas solicitan tiempo, unas de otras, para trabar las relaciones que hacen significativa nuestra existencia. Ese tiempo que les entregamos, ¿nos hurta la vida o la lleva a totalidad?

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