El futuro de la inteligencia artificial y sus riesgos potenciales
En medio del constante avance tecnológico, el filósofo Nick Bostrom nos insta a reflexionar sobre el futuro de la humanidad y de la inteligencia artificial. Fundador del Instituto para el futuro de la humanidad de la Universidad de Oxford, Bostrom es reconocido como uno de los exponentes del transhumanismo, una corriente de pensamiento que plantea la posibilidad de que la tecnología nos lleve a un nivel de existencia más allá de lo humano.
Sin embargo, el optimismo no parece ser el tono principal de Bostrom. Aunque reconoce el potencial transformador de la inteligencia artificial, también advierte de los peligros que esta conlleva para nuestra existencia. En sus propias palabras, la IA podría ser «un riesgo incluso para la existencia de la humanidad».
La metáfora de las bolas blancas y negras
Para ilustrar sus ideas, Bostrom recurre a la metáfora de las bolas blancas y negras. Según él, a lo largo de la historia, la humanidad ha extraído de una urna bolas que representan los avances tecnológicos. Muchas de estas bolas son blancas, es decir, traen beneficios extraordinarios para nuestra sociedad. Otras, en cambio, son grises y pueden tener consecuencias ambivalentes.
Lo preocupante es que aún no ha salido ninguna bola negra, es decir, una tecnología que podría significar el fin de nuestra especie. Bostrom menciona el ejemplo de las armas nucleares, las cuales requieren de ciertas materias primas difíciles de obtener, lo que ha hecho que su detonación masiva sea poco probable. Sin embargo, advierte que si el acceso a armas nucleares fuera más sencillo, el resultado podría ser catastrófico.
El riesgo de la inteligencia artificial
Cuando se le pregunta si la inteligencia artificial podría ser una de esas bolas negras, Bostrom responde que potencialmente sí. Reconoce que la IA, especialmente en niveles de inteligencia humana o superinteligencia, plantea riesgos existenciales. Sin embargo, también destaca que si logramos controlarla y sobrevivir a la transición hacia una era de superinteligencia, la IA podría ser una herramienta para enfrentar otros peligros que podrían surgir de otras tecnologías avanzadas.
La clave está en la secuencia de desarrollo. Si primero desarrollamos tecnologías como la biología sintética o la nanotecnología y luego implementamos la IA en todo su potencial, los riesgos podrían sumarse. Por otro lado, si priorizamos la IA y logramos un control adecuado, podríamos utilizarla como una salvaguardia ante otros peligros.
Pesimismo y optimismo
Cuando se le pregunta si es pesimista u optimista, Bostrom responde que es ambas cosas. Reconoce las grandes ventajas y desventajas que la IA conlleva. Sin embargo, también considera que hay un nivel de complejidad en esta tecnología que aún no comprendemos completamente, lo que genera cierto fatalismo.
No obstante, también señala que tenemos tiempo para reflexionar sobre el desarrollo de la IA, aunque ya no tanto como si hubiéramos comenzado hace años. Existe una carrera por investigar sobre la seguridad de estos sistemas, dado el rápido ritmo de avance. La urgencia por alinear los valores y objetivos de la IA con los de sus creadores es evidente.
La coexistencia entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial
Bostrom plantea la posibilidad de que en el futuro coexistan tanto la inteligencia humana como la inteligencia artificial. Sin embargo, advierte que esta coexistencia tendrá una duración limitada. En su opinión, no pasará mucho tiempo hasta que aparezcan inteligencias artificiales superinteligentes, capaces de superarnos radicalmente en todos los aspectos.
Para él, es crucial comprender que el desarrollo de la IA no se detendrá una vez alcancemos un nivel de igualdad con ella. En el pasado, los ordenadores podían competir con los mejores jugadores de ajedrez, pero actualmente los superan con facilidad. El avance de la IA se está acelerando y debemos estar preparados para el futuro en el que estas máquinas superen nuestras capacidades.
La incertidumbre de la conciencia de las máquinas
Cuando se le cuestiona sobre si las máquinas dotadas de IA pueden tener conciencia, Bostrom señala que no se sabe con certeza. Los criterios para la conciencia aún no están claros y tampoco se comprende completamente qué sucede en el interior de estos sistemas a nivel computacional.
Sin embargo, independientemente de si las máquinas son conscientes o no, el filósofo considera que estamos en camino hacia una posibilidad cada vez más sólida de que eso ocurra. En la sociedad futura, nuestros valores, normas y leyes deberán adaptarse a la inteligencia artificial.
En resumen, el filósofo Nick Bostrom plantea la necesidad de reflexionar sobre los riesgos y oportunidades que la inteligencia artificial trae consigo. Aunque previene sobre los peligros existenciales que puede acarrear, también destaca la posibilidad de que la IA nos ayude a enfrentar otros desafíos. La coexistencia con la IA será limitada y el ritmo de desarrollo es acelerado, por lo que es fundamental actuar con urgencia para alinear nuestros valores y objetivos con los de la inteligencia artificial. La incertidumbre en torno a la conciencia de las máquinas persiste, pero es probable que nos acerquemos cada vez más a esta posibilidad en el futuro.