Un setenta y dos con cuatro por ciento de las mujeres jóvenes entre quince y veintinueve años aseveran haber sido discriminadas en algún campo por razones de género. Resaltan haberse sentido así en el trato con gente en la calle (cuarenta y uno por ciento de ellas); en las redes sociales (veintiocho,8 por ciento ); en el campo laboral (veintisiete con tres por ciento ) o en locales (veintidos con tres por ciento ). Y es singularmente destacable que una de cada 5 jóvenes (veintidos con uno por ciento ) se siente discriminada por su género en su familia.
Son datos extraídos del ‘Barómetro Juventud y Género dos mil veintiuno. Identidades, representaciones y experiencias en una realidad social compleja’, una investigación del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, efectuada por medio de mil doscientos entrevistas a jóvenes entre quince y veintinueve años.
Estos datos, y otros, nos muestran que la desigualdad y las brechas de género prosiguen siendo una realidad que viven día a día millones de mujeres en España, aun en el seno familiar. Para la directiva general de la Fundación Fad Juventud, Beatriz Martín Padura «debemos centrar la mirada en aspectos educativos».
Asegura que quienes forman han de ser siendo conscientes de de qué manera los estereotipos de género, «aquellos que viran en torno a lo que significa ‘ser niño/chico’ y ‘ser niña/chica’, ponen en juego diferentes esperanzas, papeles, referentes colectivos y formas de tratar a pequeños, pequeñas y adolescentes que van a influir en de qué manera se conforme su identidad personal y social y, por tanto, sus desarrollos futuros».
Martín Padura ha añadido además de esto que «la familia y la escuela son espacios para la construcción de la identidad y, por este motivo, son lugares indispensables donde trabajar desde la práctica diaria, el conocimiento y la aceptación de la diferencia, reduciendo el peligro de actitudes sexistas. Indudablemente, son lugares desde los que favorecer el desarrollo de habilidades personales y sociales para solucionar enfrentamientos y establecer relaciones igualitarias. Y en Fad Juventud trabajamos para darles herramientas precisas como el proyecto IgualFad».
Siendo conscientes de la relevancia del papel esencial que las familias juegan en la socialización diferencial, la Fundación Fad Juventud ha puesto en marcha el portal interactivo IgualFAD. Se trata de un espacio digital de aprendizaje que ofrece a profesorado de ambientes formales y no formales, a progenitores y madres, un conjunto de recursos atractivos para la reflexión y para el promuevo de una educación en igualdad.
Mediante vídeos y guías coeducativas, se edifica una plataforma que pretende ser entretenida y próxima, donde el usuario puede zambullirse en diferentes contenidos educativos y atractivos sobre la igualdad de género para instruir a vivir en igualdad.
Brechas en el campo laboral
Desde dos mil diecisiete a dos mil veintiuno, la percepción de desigualdad se ha aumentado entre las mujeres (entre seis y siete puntos) mas se ha reducido entre los hombres (de dos a cuatro puntos).
El campo en el que, de forma global, mayor desigualdad se percibe para las mujeres es el laboral: la mitad de las mujeres estiman que se hallan en una situación significativamente peor que los hombres en el momento de acceder a puestos de responsabilidad o en los sueldos y un cuarenta y tres con seis por ciento en la conciliación familiar. Los hombres asimismo perciben esta desigualdad mas veinte puntos porcentuales menos que las mujeres.
Otro tema a resaltar es que desde dos mil diecisiete hasta dos mil veintiuno, el porcentaje de mujeres que se consideran feministas ha pasado del cuarenta y seis,1 por ciento al sesenta y siete con uno por ciento y el porcentaje de hombres, si bien asimismo ha aumentado, es significativamente inferior y ha crecido en menor medida pasando del veintitres con seis por ciento al treinta y dos con ocho por ciento .
Otros porcentajes significativos: entre ellos un veintiocho por ciento resalta que el feminismo no se encarga de los inconvenientes reales de las mujeres (diecisiete por ciento entre ellas), un veintiseis con cuatro por ciento que no es preciso (trece por ciento ) y un veinticuatro por ciento que busca dañar a los hombres (catorce por ciento ).
Labores familiares, la eterna materia pendiente
El reparto de labores familiares prosigue, una vez más, mostrando una esencial desigualdad estructural en perjuicio de las mujeres, tanto entre quienes viven en pareja como entre quienes radican en el hogar familiar, si bien las desigualdades percibidas son mayores en el hogar familiar.
Además de esto, las mujeres son asimismo más siendo conscientes de esta desigualdad: entre quienes viven en pareja, el treinta,4 por ciento resalta que son quienes efectúan las labores familiares, en frente de solamente el catorce,4 por ciento de los hombres que aseveran lo mismo. Entre quienes viven con sus progenitores, el cuarenta y 5 con cinco por ciento de las mujeres y el treinta por ciento de los hombres asevera que las labores familiares las efectúan primordial o únicamente las mujeres, al tiempo que el porcentaje de personas que aseveran que las efectúan primordialmente los hombres es intrascendente.
Brecha de género en la salud
En la percepción de la salud, asimismo hallamos brechas de género conforme investigaciones del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad. En dos mil veinte una extensa mayoría de jóvenes estimaba que su estado de salud es bueno o buenísimo (un sesenta y nueve con siete por ciento las mujeres en frente de un setenta y 5 con ocho por ciento los hombres). La percepción negativa del estado de salud es más acusada entre las mujeres, llega al treinta por ciento el porcentaje de mujeres que valora su salud como regular, mala o malísima al paso que en los hombres es de veintiuno con nueve por ciento . En dos mil veintiuno la percepción de la salud empeora de forma extendida si bien se sostiene exactamente la misma brecha de género (un cincuenta con dos por ciento de las mujeres se percibe en buen o buen estado de salud frente al cincuenta y nueve con nueve por ciento de los hombres).
Esto asimismo ocurre si charlamos particularmente de salud mental. Por género, la percepción de haber sufrido problemas médicos mental habitualmente en el último año es casi el doble entre las mujeres jóvenes (veinte,5 por ciento ) en frente de los hombres (once con dos por ciento ).
Entre dos mil diecinueve y dos mil veintiuno ha aumentado el nivel de agobio de los y las jóvenes, siendo singularmente relevante el desarrollo del agobio con el trabajo (del cuarenta y seis,8 por ciento al sesenta y tres por ciento ) y con la salud física y mental (del veintiocho,6 por ciento al cuarenta y 5 con ocho por ciento ). Un nivel de agobio que es superior entre las mujeres en todos y cada uno de los indicadores: trabajo /estudios (setenta y tres por ciento , cincuenta y cuatro por ciento ), coyuntura económica (cincuenta y seis por ciento , cuarenta y seis por ciento ), salud (cincuenta y tres por ciento , treinta y ocho por ciento )…
Si bien formalmente se han eliminado una gran parte de las brechas digitales de género que deben ver con la brecha de acceso general y, prácticamente todas, las brechas de uso, no obstante, aún son esenciales ciertas brechas de género que deben ver con lo motivacional y lo sensible, o sea, las mujeres habitualmente no muestran interés de forma estructural por lo tecnológico y, a su vez, acostumbran a infravalorar su nivel de competencias digitales.
En verdad, conforme el Barómetro Jóvenes y Tecnología dos mil veintiuno del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, los hombres jóvenes tienen un mayor nivel autopercibido de habilidades digitales que las mujeres. El setenta y seis con dos por ciento de ellos percibe que tiene un nivel alto o altísimo de competencias digitales, al tiempo que en el caso de ellas se ubica en el sesenta y seis con ocho por ciento , esto es, noventa y cuatro puntos porcentuales menos de nivel de competencias autopercibido.
Alén de las habilidades digitales, un aspecto esencial de la brecha digital de género es la construcción de los ambientes digitales como espacios hostiles para la participación de las mujeres. El temor a percibir represalias y ser receptoras de alegatos de odio por el hecho de ser mujeres inhibe y complica su participación en un elevado número de actividades digitales, singularmente en el campo de los juegos para videoconsolas.